La harina de sangre es un abono orgánico rico en nitrógeno que promueve un crecimiento rápido y equilibrado en los cultivos, actuando como un estimulante que favorece los procesos fisiológicos de las plantas.
Esencial para el desarrollo de las plantas, el nitrógeno a menudo es el elemento limitante en la producción de cultivos, manifestándose su deficiencia a través de la clorosis en las hojas más antiguas y una reducción en la biomasa.
Entre las características destacadas de la harina de sangre se encuentran:
- Fuente de nitrógeno orgánico obtenido de harinas de sangre.
- Liberación gradual de nutrientes que cubre las necesidades del cultivo durante su crecimiento.
- Incremento de la tasa fotosintética y suministro de nitrógeno en etapas cruciales del crecimiento vegetativo.
- Proceso de fabricación que previene la pérdida de nutrientes y la contaminación de aguas subterráneas.
La composición nutricional garantizada de la harina de sangre incluye:
- Nitrógeno (N) total: 15% p/p.
- Nitrógeno (N) orgánico: 14% p/p.
- Fósforo (P2O5): 0,39% p/p.
- Óxido de potasio (K2O): 0,29% p/p.
- Calcio (Ca): 0,04% p/p.
- Hierro (Fe): 0,25% p/p.
- Materia Orgánica: 95% p/p.
- Relación C/N: 3,7.
- Humedad: 10% p/p.
La dosificación y aplicación de la harina de sangre varían según el tipo de cultivo:
- En grandes cultivos: de 500 a 2.000 kg por hectárea.
- En huertos y pequeños jardines: de 1 a 1,5 kilos por cada 30 metros cuadrados.
- Para trasplantes nuevos: agregar 5 gramos por agujero.
- Para plantas establecidas: de 5 a 10 gramos una vez al mes durante la fase de crecimiento.
En contenedores al aire libre, se sugiere añadir de 1 a 2 gramos por litro de sustrato para nuevas plantaciones y 1 gramo por litro para plantas establecidas.
En resumen, la harina de sangre es un abono orgánico rico en nitrógeno que estimula el desarrollo equilibrado de los cultivos, mejorando la fotosíntesis y evitando la pérdida de nutrientes para garantizar un crecimiento saludable de las plantas.